jueves, 11 de febrero de 2010

EL NEOLIBERALISMO

EL NEOLIBERALISMO

Por: Iván Delgado Martínez

Nebot y su gallada "madera de pendencieros", nos quieren regresar al pasado, a ese que diseñaron los "Chicago Boys", donde los sectores oligárquicos y los negros poderes fácticos nos vendieron el dogma de que para progresar como país y como individuo había que acabar con el Estado, o reducirlo a su mínima expresión, "convirtiéndolo, para que funcione a la medida de sus mezquinos intereses, en un eficiente "enano físico culturista".

También el objetivo era para que sirva a los designios voraces del imperio, a las apetencias incolmables de las empresas transnacionales y a la hambrienta oligarquía antipatria que, como dice Rodolfo Puiggrós, "sino puede emplear maniobras de envolvimiento, desgastar y descomponer al enemigo, seducir con prebendas a los opositores inteligentes, desacreditar a los ignorantes que se le resistían, recurría a la violencia".

Eso es lo que sistemáticamente ha venido haciendo, sin lograrlo, los poderes invisibles y particularmente la oligarquía guayocéntrica que, liderada por Nebot, pretende un plan separatista, al estilo Santacrucino en Bolivia.
Tal es -entonces- el designio neoliberal de una democracia sin Estado, y de sus estratagemas demostrativas de intentar una administración empresarial de la sociedad, como si el mismo Estado fuese un centro comercial que condujera no a democratizar la sociedad, sino a dejarla a merced de las fuerzas del mercado, libres de dominarla tanto económica como políticamente.

Para mayor conocimiento de lo que significa el recetario neoliberal que desmanteló al Estado, es imprescindible conocer que el neoliberalismo, según la biblia hermética de Friedman y sus secuaces, no sólo es eficiente como sistema económico (al decir de sus exégetas), sino que lo es, desde el punto de vista político, en la medida que la libertad económica se traduce en un elemento fundamental de la libertad política.

Tamaña mentira y barbaridad colosal es la que intentaron vendernos los privatizadores, que pretendieron (en algunos casos lo consiguieron y aún lo intentan), sobre todo los gobiernos de León Febres Cordero y Sixto Duran Ballen, entre otros, para dar paso a la transnacionalización descembozada de la economía. Lo que nos queda claro es que este sistema irracional globalizador es un nuevo y refinado ciclo de desarrollo capitalista, como forma de producción, circulación acumulación de capital y como proceso civilizatorio de alcance mundial.

Oponernos a todo esto es deber de todo ciudadano patriota comprometido con las causas justas. Del mismo modo, debemos rechazar la pretensión de Nebot de caotizar a Guayaquil, porque en esencia busca que en el Ecuador exista un modelo, como el neoliberal, tremendamente concentrador de la riqueza en pocas manos, que genera disparidades distributivas y por ende enormes inequidades.

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